31 de diciembre de 1999. 16 años. Mucha adolescencia. Mucho agite, noches y amores no correspondidos. En fin, una adolescencia feliz. Además, se terminaba una década, un siglo, un milenio. Había, al menos en mi confusa cabeza adolescente, una sensación de transitar un momento histórico, feliz.
Ya por aquellos años escuchaba mucho la radio. Había tenido un primer acercamiento a la música electrónica a través de la Energy, pero luego había virado a la Rock&Pop. Escuchaba, como todo adolescente que se preciara de tal, a Mario Pergolini. Pero mi favorito era el Day Tripper de Juan Di Natale, Fabio Alberti, Diego Della Sala y Juan Alberto Bodrio.
Esa tarde del 31 de diciembre de 1999, con la sensación de estar llegando al límite de algo, a una bisagra, con ganas de saber que iba a pasar, si se iba todo a la mierda o si ibamos a poder ir a Funes a ponernos un poco en pedo y tirar bombas de estruendo, esa tarde con el olor a asado que empezaba a llegar de todos lados, esa tarde, Day Tripper cerró el que era su último programa del año con esta maravillosa canción:
El huevo de Neustad.
Hace 12 años.
